Célula T colaboradora, también llamada célula CD4 +, célula T colaboradora o linfocito T colaborador, tipo de glóbulo blanco que actúa como mediador clave de la función inmunológica. Las células T colaboradoras desempeñan un papel central en las respuestas inmunitarias normales al producir factores que activan prácticamente todas las demás células del sistema inmunológico. Estas células incluyen las células B, que producen los anticuerpos necesarios para combatir las infecciones; células T citotóxicas, que matan a las células portadoras de agentes infecciosos; y macrófagos y otras células efectoras, que atacan a los patógenos invasores (agentes causantes de enfermedades). Las células T colaboradoras expresan una proteína llamada CD4 en su superficie. Esta proteína juega un papel fundamental en la activación de las células T auxiliares al unirse a las moléculas del complejo mayor de histocompatibilidad (MHC) de clase II, que se especializan en ayudar al sistema inmunológico a reconocer sustancias extrañas.
Las células T auxiliares no son un grupo uniforme de células, sino que pueden dividirse en dos subpoblaciones generales: TH1 y células TH2, que tienen una química y función significativamente diferentes. Estas poblaciones se pueden distinguir por las citocinas (mensajeros químicos) que secretan. Las células TH1 producen principalmente las citocinas interferón gamma, factor de necrosis tumoral beta e interleucina-2 (IL-2), mientras que las células TH2 sintetizan principalmente las interleucinas IL-4, IL-5, IL-6, IL-9, IL- 10 e IL-13. La función principal de las células TH1 es estimular las respuestas mediadas por células (las que involucran células T citotóxicas y macrófagos), mientras que las células TH2 ayudan principalmente a estimular las células B para que produzcan anticuerpos.
Las células T auxiliares se activan a través de un proceso de varios pasos, que comienza con las células presentadoras de antígeno, como los macrófagos. Estas células ingieren un agente infeccioso o una partícula extraña, lo degradan parcialmente y exportan fragmentos del mismo, es decir, antígenos, a la superficie celular. Allí, las partículas se presentan en asociación con moléculas MHC de clase II. Un receptor en la superficie de la célula T colaboradora se une al complejo MHC-antígeno. En el siguiente paso, la activación de las células T colaboradoras procede de una de dos formas: mediante la estimulación de una citocina o mediante una reacción coestimuladora entre una proteína de señalización conocida como B7, que se encuentra en la superficie de la célula presentadora de antígeno, y la proteína receptora. CD28, en la superficie de la célula T colaboradora.
El resultado general de la activación de las células T colaboradoras es un aumento en la cantidad de células T colaboradoras que reconocen un antígeno específico y varias citocinas de células T son producidos. Las citocinas tienen otras consecuencias, una de las cuales es que la IL-2 permite que las células T citotóxicas o reguladoras que reconocen el mismo antígeno se activen y se multipliquen. En el caso de las células B, una vez que un antígeno ha activado una célula T auxiliar, se vuelve capaz de activar una célula B que ya ha encontrado el mismo antígeno. Las citocinas secretadas por las células T auxiliares también pueden interactuar con las células B y proporcionar estimulación adicional.